Escrito entre 1990 y 1992. Publicado en varias partes, en varias versiones.
–Nadie toca como Charlie Parker –volví a decirle.
Tiró el sax sobre la cama. Algo sonó a metal roto.
–¿Quién te crees? –me dijo–. Ni siquiera sabes silbar.
Era cierto.
Se sentó junto al sax sin atreverse a tomarlo. Bajo el sax había una botella vacía de cerveza. La agarró como si fuera un escudo o un seguro de vida.
–¿Sabes cuánto ensayo? ¿Sabes cuántas horas ensayo?
–No es eso –le dije.
–No. Ya sé que no es eso.
Miró la botella a contraluz. Se veía sucia, cubierta de grasa y polvo.
–Ya ni siquiera es eso –dijo.
–No quiere decir que toques mal.
–Pero quién sabe cuánto tiempo he estado durmiendo encima de una botella vacía. Eso es, ¿verdad? Y ni siquiera me había dado cuenta. Ni siquiera me acuerdo de cuándo me la tomé. Eso es, ¿verdad?.
–Tampoco –le dije.
–Soplo igual que siempre –dijo–. ¿Cuál es el problema? Si quieres compro otro sax. Dame un adelanto y consigo uno barato.
Abrí la puerta.
–¿Sabes cuánto ensayo? –dijo.
Estaba a punto de llorar.
–Me imagino que todo el día.
–¿Entonces?
–Así las cosas.
¿Qué más podía contestarle?
–¿Quieres oír algo? –dijo agarrando el sax–. Que no te cuenten. Por lo menos óyeme.
Cerró los ojos y se puso la boquilla en la boca. Sopló. Do. Re. Mi.
Fa. Sol.
La.
–Es de Charlie Parker –le dije.
Me estaba fastidiando.
–Estoy fuera de práctica. Oye.
Do. Do sostenido. Re. Re sostenido.
Se quitó el sax de la boca. Le faltaba la respiración.
–Ni siquiera sabes silbar –me dijo.
Se puso el sax sobre las rodillas y lo miró. Parecía animal apaleado. Bastaba con soplarlo para que se echara a llorar.
–¿Tienes cien pesos? –me dijo.
Le tiré un billete en la cama.
–¿Cigarros?
Le tiré la cajetilla y la pescó al vuelo. Le dije que se quedara con ella. Quién sabe de dónde sacó una caja de cerillos y encendió un cigarro. No me ofreció.
–¿Sabes a qué edad murió Charlie Parker? –me dijo.
–Todavía puedes lustrar zapatos –le dije–. Joe Louis terminó así. No me acuerdo si lustraba zapatos, pero no le daba vergüenza.
–Todavía puedo –dijo.
Desde la escalera oí que trataba de sacarle notas al sax.
Tiró el sax sobre la cama. Algo sonó a metal roto.
–¿Quién te crees? –me dijo–. Ni siquiera sabes silbar.
Era cierto.
Se sentó junto al sax sin atreverse a tomarlo. Bajo el sax había una botella vacía de cerveza. La agarró como si fuera un escudo o un seguro de vida.
–¿Sabes cuánto ensayo? ¿Sabes cuántas horas ensayo?
–No es eso –le dije.
–No. Ya sé que no es eso.
Miró la botella a contraluz. Se veía sucia, cubierta de grasa y polvo.
–Ya ni siquiera es eso –dijo.
–No quiere decir que toques mal.
–Pero quién sabe cuánto tiempo he estado durmiendo encima de una botella vacía. Eso es, ¿verdad? Y ni siquiera me había dado cuenta. Ni siquiera me acuerdo de cuándo me la tomé. Eso es, ¿verdad?.
–Tampoco –le dije.
–Soplo igual que siempre –dijo–. ¿Cuál es el problema? Si quieres compro otro sax. Dame un adelanto y consigo uno barato.
Abrí la puerta.
–¿Sabes cuánto ensayo? –dijo.
Estaba a punto de llorar.
–Me imagino que todo el día.
–¿Entonces?
–Así las cosas.
¿Qué más podía contestarle?
–¿Quieres oír algo? –dijo agarrando el sax–. Que no te cuenten. Por lo menos óyeme.
Cerró los ojos y se puso la boquilla en la boca. Sopló. Do. Re. Mi.
Fa. Sol.
La.
–Es de Charlie Parker –le dije.
Me estaba fastidiando.
–Estoy fuera de práctica. Oye.
Do. Do sostenido. Re. Re sostenido.
Se quitó el sax de la boca. Le faltaba la respiración.
–Ni siquiera sabes silbar –me dijo.
Se puso el sax sobre las rodillas y lo miró. Parecía animal apaleado. Bastaba con soplarlo para que se echara a llorar.
–¿Tienes cien pesos? –me dijo.
Le tiré un billete en la cama.
–¿Cigarros?
Le tiré la cajetilla y la pescó al vuelo. Le dije que se quedara con ella. Quién sabe de dónde sacó una caja de cerillos y encendió un cigarro. No me ofreció.
–¿Sabes a qué edad murió Charlie Parker? –me dijo.
–Todavía puedes lustrar zapatos –le dije–. Joe Louis terminó así. No me acuerdo si lustraba zapatos, pero no le daba vergüenza.
–Todavía puedo –dijo.
Desde la escalera oí que trataba de sacarle notas al sax.
6 comentarios:
Hay algo criptico en este escrito, se me escapa. Tengo que aprender de Jazz. Lo de la categoría del escrito, a veces es lo de menos. Saludos
A mí tambien se me escapa.
Está escrito como Dios manda (bueno, no como manda cuando anda en lo de Sodoma y Gomorra), pero lo de la estructura y lo demás lo entiendo "por instrumentos".
UN MONDE OÙ LE CIEL NE CESSE DE TOMBER
–Personne ne joue comme Charlie Parker –répétai-je.
Il jeta le saxo sur le lit. Il y eut comme un bruit de métal cassé.
–Pour qui te prends-tu –me dit-il-. Tu ne sais même pas souffler.
C’était vrai.
Il s’assit à côté du saxo, sans oser le prendre. Dessous, il y avait une bouteille de bière vide. Il l’attrapa comme si ça avait été un bouclier ou une assurance-vie.
–Tu sais combien de temps je m’entraîne? Tu sais combien d’heures je m’entraîne?
–Ce n’est pas ça –lui dis-je.
–Non. Je sais que ce n’est pas ça.
Il regarda la bouteille à contre-jour. Elle était sale, couverte de graisse et de poussière.
–Ce n’est même pas ça–dit-il.
–Ca ne veut pas dire que tu joues mal.
–Mais qui sait combien de temps j’ai dormi sur une bouteille vide. C’est ça, pas vrai? Et je ne m’en étais même pas rendu compte. Je ne me rappelle même plus quand je l’ai bue. C’est ça, hein?
–Non plus -lui dis-je.
–Je souffle comme toujours –dit-il. Où est le problème? Si tu veux j’achète un autre saxo. Donne-moi une avance et j’en trouve un pas cher.
J’ouvris la porte.
–Tu sais combien de temps je m’entraîne? –dit-il.
Il était sur le point de pleurer.
–Toute la journée, j’imagine.
–Alors?
–C’est comme ça.
Que pouvais-je lui répondre d’autre?
–Tu veux entendre quelque chose? –dit-il en saisissant le saxo-. Qu’on ne te raconte pas d’histoires. Au moins écoute-moi.
Il ferma les yeux et introduisit le bec entre ses lèvres. Il souffla. Do. Ré. Mi.
Fa. Sol.
La.
–C’est de Charlie Parker –lui dis-je.
Il me fatiguait.
–Je manque d’entraînement. Ecoute.
Do. Do dièse. Ré. Ré dièse.
Il retira le saxo de sa bouche. Il manquait de souffle.
–Tu ne sais même pas souffler –me dit-il.
Il posa le saxo sur ses genoux et le caressa. On aurait dit un animal battu. Il aurait suffit de souffler dessus pour qu’il fonde en larmes.
–Tu as cent pesos? –me dit-il.
Je jetai un billet sur le lit.
–Cigarettes?
Je lui lançai le paquet et il l’attrapa au vol. Je lui dis de le garder. Qui sait d’où il sortit une boîte d’allumettes et il alluma une cigarette. Il ne m’en offrit pas.
–Tu sais à quel âge est mort Charlie Parker? –me dit-il.
–Tu peux encore cirer des souliers –lui dis-je-. Joe Louis a fini comme ça. Je ne me rappelle plus s’il cirait des souliers mais il n’en avait pas honte.
–Je peux encore –dit-il.
De l’escalier j’entendis qu’il essayait d’extraire des notes du saxo.
Gracias. La pongo en el lugar que le corresponde.
Chida traducción. Lo que debe ser casi imposible es poner el título en endecasílabo. Eso sí: lo tradujiste como dodecasílabo, y es impecable. ¿Alejandrino, quizá, el equivalente poético francés del endecasílabo?
Na. Son tonteras de depravado. El dodeca está de lujo.
No comprendo mucho de JAzz, pero que buen escrito es!
Muchas gracias. Y saludos.
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