Publicado en la Revista de la Universidad de la Universidad, de Guatemala, y en Cultura, de El Salvador.
En 1963, el escritor salvadoreño Álvaro Menen Desleal (1931–2000), con el aval de un segundo lugar en el Premio Nacional de Cultura, publicó el libro Cuentos breves y maravillosos (Dirección General de Publicaciones, San Salvador), un evidente homenaje a Jorge Luis Borges y sus Cuentos breves y extraordinarios, aparecidos una década atrás. Escritor brillante, provocador y original, de inmediato fue acusado de plagio por más de un “conocedor” de Borges.
El título del libro y su temática parecían suficientes para la acusación, pero había otro pecado peor: el primer texto aparecía bajo el título “Carta de Jorge Luis Borges”, en la que el maestro saludaba la aparición del libro. ¿Cómo iba el gran Borges a prologar, siquiera a tomar en cuenta, a un simple escritor salvadoreño? (La autoestima literaria suele ser proporcional al tamaño del país, y El Salvador es un país pequeño.)
El inicio del texto dice así:
Mi querido amigo:
Al conocer sus Cuentos breves y maravillosos, pienso que no fue meramente accidental que Kafka escribiera La Muralla China: se repite en usted la nota de lo que con Bioy Casares llamamos las antiguas y generosas fuentes orientales. Se repite y se prueba mi idea de que el número de fábulas o de metáforas de que es capaz la imaginación de los hombres es limitado, pero que esas contadas invenciones pueden ser para todos, como el Apóstol.
Limitado o no, lo cierto es que usted prueba a su vez que ese número no está en manera alguna agotado. Debo agradecerle ese descubrimiento: si repara en La perpetua carrera de Aquiles y la Tortuga verá que, en efecto, yo no solicito otra virtud que la de su acopio de informes; pero la joya la dejo allí, impenetrable, delicada, límpida, como la concibiera un día en Elea el discípulo de Parménides, negador de que pudiera suceder algo en el universo. Mas usted le da nuevo engaste y logra con intensidad lo que otros, en más de veintitrés siglos, no lograron con extensión. Por eso yo no acepto el homenaje que me rinde al declararse mi seguidor. Si de algo es usted seguidor es de sus propios sueños. […]
Después de hacer una valoración de cada uno de los cuentos, y de lamentar que no pudieran verse en un viaje que Menen Desleal no realizó a Buenos Aires, la carta terminaba diciendo que los relatos “son flor para los años”. La firma: “Su amigo, Jorge Luis Borges.”
Algo es cierto: Borges no escribió ese prólogo, sino el propio Álvaro Menen Desleal. Lo dijo repetidamente hasta su muerte, y para todo el mundo fue el reconocimiento de una culpa, no la declaración de que se trataba de un juego del que Borges había trazado las reglas. Cualquier cosa que saliera de la pluma de Menen Desleal, desde ese momento, fue pasada por el rasero del plagio por académicos y escritores mucho menos talentosos, y quizá por ello mismo. Su pieza teatral Luz negra, representada casi ininterrumpidamente desde 1964 en varias partes e idiomas, ha sido vista por muchos críticos y autores salvadoreños como un plagio de algo de Samuel Beckett, aunque nadie pueda decir con certeza de qué. La costumbre ha pasado a las generaciones siguientes y basta con hacer una encuesta entre los acusadores para enterarse de que ninguno leyó Cuentos breves y maravillosos, y la mayor parte ni siquiera Cuentos breves y extraordinarios.
Lo curioso es que ahora la “Carta de Borges” es motivo nuevamente de sospecha de plagio… pero esta vez por parte del propio Borges, o al menos de sus estudiosos y seguidores.
EL CÍRCULO SECRETO
En 2003, Emecé Editores publicó, en la “Biblioteca Jorge Luis Borges”, el libro El círculo secreto, en una “edición al cuidado de Sara Luisa del Carril y Mercedes Rubio de Zocchi”. En la página 34 aparece la “Carta de Jorge Luis Borges” escrita por Álvaro Menen Desleal para su libro Cuentos breves y maravillosos.
En otras palabras, la “Carta” aparece como si hubiese sido escrita por Borges (y así se declara en el prólogo), lo que en términos legales podría llamarse “plagio”… si Borges lo hubiese cometido. Ese mismo texto sirvió para que el escritor plagiado fuese acusado de plagiario de Borges en 1963. El “círculo secreto” se cierra cuarenta años más tarde.
La situación es borgiana, y de seguro el maestro y Menen Desleal hubieran tenido largo tema de conversación y diversión si se hubiesen conocido. La conclusión –es de preverse– hubiera sido que los nombres de los autores no importan, sino la pervivencia del texto; que toda la literatura es un plagio y que la historia, a través de sus inescrutables caminos, se repite y se copia a sí misma.
Quizá las compiladoras de El círculo secreto padecieran de un exceso de celo en la búsqueda de los textos dispersos de Borges; quizá encontrar un nuevo texto añada algo importante a sus carreras. Lo cierto es que se trata de un error severo, producto de una ligereza común entre muchos estudiosos con los libros que les caen en las manos.
En efecto, las académicas argentinas (que debieron tener la obra de Menen Desleal en las manos; es lo menos que podría esperarse), como antes sus contrapartes salvadoreños, olvidaron un detalle: fijarse en la estructura de Cuentos breves y maravillosos en su nivel más básico. Es decir: en cómo está armado el libro. La estructura no deja lugar para cuarenta años de confusiones.
Después de la portada del libro, sigue una página en blanco. Luego, la primera portadilla, en la que se lee “Colección Certamen Nacional de Cultura. 24. Cuentos Breves y Maravillosos.” Al voltear la hoja, la página legal: “Hecho el depósito que marca la ley. Primera edición: Dirección General de Publicaciones. San Salvador, 1963”, etcétera. Luego, la segunda portadilla, un poco más vistosa que la primera. En la siguiente página vienen las actas del jurado que premió el libro, y luego una nueva portadilla en la que sólo se lee: Cuentos breves y maravillosos. (Buenos Aires, 10 A.M.)
Ése, según todas las convenciones, es el inicio “oficial” del libro, es decir: el punto desde donde comienzan los cuentos. En la página siguiente, por si fueran pocas las señales, el lector se topa con dos epígrafes, uno de Tennyson y otro de Jules Renard. En el de Tennyson está la clave (que se repetirá al final): “…for nothing worthy proving can be proven, nor yet disproven.”
Y en la página siguiente viene el primer cuento, titulado “Carta de Jorge Luis Borges”. No es una carta apócrifa. No es un prólogo. No es un plagio. Es el primer cuento de la colección. Y no se trata de un descubrimiento novedoso: Menen Desleal siempre lo dijo, pero nadie estuvo dispuesto a escucharlo con el humor correcto. Y también lo dijo Borges, según consta en archivos.
CARTAS Y DESCARTES
El poeta guatemalteco y salvadoreño Alfonso Orantes (1898–1985), de quien su hija, la también poeta María Cristina Orantes, conserva un minucioso archivo, sí mantuvo correspondencia con Borges alguna vez. Orantes le envió a Borges una copia de Cuentos breves y maravillosos, según un recibo de correo certificado que también se conserva. La respuesta fue una carta, en papel de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, con fecha del 4 de septiembre de 1963, en la que se lee:
Señor Alfonso Orantes.
Colonia La Rábida.
SAN SALVADOR.
Estimado señor:
Mucho agradezco su carta del 29 del pasado.
No recuerdo haber escrito la generosa y acaso justa epístola que me atribuye el señor Alvaro Menen Desleal, a quien no conozco; sospecho que se trata de un ingenioso mosaico de frases mías, tomadas de diversos textos y amplificadas por el mismo señor A.M.D.
Ya que el volumen consta de una serie de juegos sobre la vigilia y los sueños, queda la posibilidad de que mi carta sea uno de tales juegos y travesuras.
Suyo, muy cordialmente,
JORGE LUIS BORGES
Borges comprendió desde el principio; él mismo había ejercido con fruición el juego de los textos apócrifos. Y quizá sólo fue la prisa de algunos académicos –sin descontar la mala fe de varios– lo que dio una vida difícil a Menen Desleal y atribuyó a Borges algo que nunca escribió, ni pudo escribir.
El cuento que cierra Cuentos breves y maravillosos se titula “Epílogo”. Reza así:
Querido maestro Borges:
“Mi vanidad y mi nostalgia –me digo con sus palabras– han armado una escena imposible.” De pronto despierto de un sueño y tengo su carta en las manos, como la flor de Coleridge. Entonces me repito los versos de Tennyson:
for nothing worthy proving can be proven, nor yet disproven.
Querido maestro Borges:
Si este libro gana su reconocimiento, más lo deberá a su padrinazgo que a mis cuentos. Ojalá el público lo lea con aprobación, acaso porque en él reconozca la voz suya, maestro, acaso porque la práctica deficiente importe menos que la sana teoría.
Con el agradecimiento de
A.M.D.
La pregunta es: ¿qué sigue? Cosas de académicos sin duda y, en el peor de los casos, de abogados de los herederos.
Borges y Menen Desleal, por su parte, ya hicieron lo suyo. Y lo hicieron bien.
6 comentarios:
Tal como lo cuentas no hay lugar a las dudas: la carta de Borges es un cuento de Menen Desleal, nada más. Delicioso post con semejante anécdota. Saludo fraterno.
Ja ja ja ja ja...
Me parece que la gente se toma a veces muy en serio la literatura. HAY QUE VER jijiji
El nuevo look me acuerdo a mi primer look de mi blog.
qué loca, debería de venir más seguido por acá!
Esto fue originado por el buen sentido del humor de A.M. Desleal y como un homenaje a J. L. Borges.
Excelente entrada, Rafael.
Que excelente investigación, maravillosa aclaración.
Vale la pena darle una ojeada a este artículo de Sergio Ramírez Mercado acerca del mismo tema escrito en 2011.
www.laprensa.com.ni/2011/06/23/opinion/64515
Alguien escribió, no importa quien:
Toda literatura es plagio
A estas alturas todo este culebrón ya es un cuento escrito a dos voces entre Borges y Alavaro
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