martes, julio 03, 2007

Retrato de mujer con canario

Publicado en la revista Hablemos, San Salvador, 1999, y revista Arena, de Excélsior, México, 2004.





I
Una mujer se levanta y desayuna.
Sale a la calle.
Después muere.


II
Una mujer se levanta de la cama. Tiene dolor de espalda: una mala posición, talvez, o el aire frío que se coló entre la ropa de cama mientras dormía. Nada que no solucione un baño tibio. (El tiempo pasa.)
Durante el sueño tuvo un sueño. Soñó que era un pájaro. Volaba. No recuerda lo que veía mientras volaba, sólo la sensación de volar. Tampoco puede traducir a palabras lo que sentía, ni ubicarlo en lugares de su cuerpo: era un pájaro, y hay algo en su anatomía que ahora le parece imperfecto.
En algún momento del sueño caía, pero lo ha olvidado: ¿cómo puede caer un pájaro que vuela?
Piensa en desayunar. Cereal, como siempre. Se sirve un plato de alpiste, casi por error.
El canario no canta.
Come ante la jaula pequeños puñados de alpiste. El canario ya no está, sólo su cuerpo. Los ojos diminutos parecen ver hacia el espejo de la sala.
La mujer se peina y sale a la calle.
Después muere.


III
Una mujer, se levanta y desayuna alpiste. Su canario ha muerto.
Sale a la calle.
Siente que el pavimento pesa debajo de sus pies, que el piso se eleva, que intenta aplastarla contra el cielo. Recuerda que soñó que era un pájaro.
Sigue caminando. A medida que camina la gente se hace más pequeña. Las cabezas de los peatones le llegan a los hombros, a las caderas. Mira a través de las ventanas de un quinto piso, de un piso doce.
Mira hacia abajo: ve su casa.
Recuerda que en su sueño caía, y cae.
Tirada en el piso de la jaula, su cuerpo de canario piensa que, si pudiera volar hacia el espejo de la sala y colocarse frente a él, no reconocería su propia cara. Podría ver sólo uno de sus ojos, y tendría que girar la cabeza para ver el otro. No podría darle la espalda al espejo, porque su espalda correría casi paralela al techo; para ver sus pies tendría que hacer una absurda contorsión del cuello, poner muy rectas las piernas, que habrían perdido el torneado que a veces ha sido su orgullo. Descubriría que ya no es ella, sino un ave; que las aves comen gusanos y mueren de frío o calor, que va desnuda debajo de su plumaje amarillo. Eso piensa.
Después muere.


IV
Una mujer se levanta. Se rasca. Orina. Se desnuda. Enciende el agua caliente de la regadera, después la fría, regula la temperatura.
Se mira las piernas. Le gustan. Se sonríe. Se enjabona.
Se seca.
Su canario está muerto. Los ojos abiertos ven hacia el espejo de la sala.
Sale a la calle y vuela.
Después muere.

2 comentarios:

Guillermina dijo...

Precioso, verdaderamente precioso. Me provoca a ilustrarlo.

(Voy a pasar seguido por aquí y, no sé por qué, tengo la sensación de que no me voy a decepcionar).

Anónimo dijo...

Emmanuel Pocasangre

puuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu
bueno..xD
mis respetos